martes, 20 de agosto de 2013

Diálogos de Peluquería I

Hace seis años entré a una peluquería con una gorra y lagrimeando.

- ¿¡ OTRA VEZ TE CORTASTE EL FLEQUILLO SOLA?!
- Si, hace tres días que no salgo de casa por la vergüenza.
- ¿A ver que te hiciste esta vez?
- ...
- Uf, va a costar pero tiene arreglo. 
- Te juro que es la última vez.




Hace dos meses...



jueves, 8 de agosto de 2013

La esclava de García.



Nunca fue normal, era muy sociable pero no manso, era compañero pero muy independiente, lo quería pero no lo amaba. Teníamos una relación un tanto extraña, nos llevábamos bien pero podíamos vivir el uno sin el otro.

Esa noche eramos muchos, nadie oyó ni vio nada. Simplemente entré a buscarlo y ya no estaba. La ventana estaba abierta, rota en realidad y lo que había pasado era muy claro. Lloré. Mil imágenes espantosas corrieron por mi mente.

Lloré hasta que me quedé sin lágrimas. Recorrí el edificio de arriba a abajo gritando su nombre, me mentí a mi misma diciendo que a lo mejor se había escapado, golpeé puertas que nadie abrió. Perdí el aliento, el sentido del tiempo y me dejé caer en las escaleras hasta que el frío me hizo reaccionar. Llamé por teléfono a una amiga y le pedí que venga. Él se había muerto.

Me encontró sentada, con la mirada perdida, en un sillón. Jugaba con algo en mis manos,  le mostré el lugar donde él había caído, un lugar al cual yo no tenía acceso. Ella pasaba en ese momento lo que yo había pasado horas antes: tristeza, incertidumbre y miedo. Me convenció de ir a esperar abajo, alguien iba a venir, me iba a abrir y yo iba a poder buscarlo. Pero el tiempo corría y nadie apareció.

Le tocamos timbre al portero.

- Abrime, lo tengo que sacar
- Son casi las tres de la mañana, no molestes. Mañana.
- Abrime ahora, ahora lo junto y lo limpio yo. Mañana cuando se quejen los vecinos, limpias vos.

Ante este último argumento, siempre quejándose, bajó y me abrió. Estaba todo en silencio. Nada se movía. Él no estaba donde yo esperaba. Con la poca luz que teníamos no lo veíamos. Ya no tenía lágrimas. El encargado del edificio protestaba, revoleando la linterna, fue entonces cuando el haz de luz hizo brillar sus ojos en un rincón. Sentí que mi cuerpo temblaba, ya no era mío, era ajeno. Ahora respondía al miedo, a la desesperación. Ella y él lo llamaron por su nombre varias veces, no se inmutó. Sigiloso, precavido miraba desde su escondite. Lo llamé una, dos, a la tercera vez, tambaleante caminó hacia mí. Caminé despacio hacia él y lo alcé en brazos. Apoyó su cabeza en mi pecho, me miró fijo a los ojos, me leyó el alma con esa mirada y  se durmió.

El maltrecho era él, la aterrorizada era yo. Lo abracé y envuelto en una toalla emprendimos la marcha a la guardia. Le dolía todo, yo lo sabía, pero aún así el estaba entregado a mí, se sentía seguro en mis brazos, tenía en mí una confianza que ni yo misma me tenía. El sabía que, de ahora en más, todo iba a ser por su bien.

Esa noche fue terrible, rápida a pesar de su lentitud, fue violenta. Alejándome en el tiempo, pasando todo en limpio hubo cosas que me sorprendieron de esa noche. Hasta ese momento yo tenía con García una buena relación, a partir de esa noche hubo simbiosis. Esa entrega, ese sabiduría de que todo iba a estar bien y que lo malo ya había pasado, esa mirada mientras apoyaba su cabeza en mi pecho, como sus latidos se acompasaban a los míos, esos ojos que desconociendo todas las preguntas sabían todas las respuestas, esa confianza absoluta, ese dejarse ser, me asombra hasta el día de hoy. 

Todo cambió de ahí en más, nunca volvimos a ser los mismos. El me lee, a veces me asusta como sus ojos ambarinos pueden ver tan adentro de mi alma. Yo lo cuido y el me cuida a mi. Ahora vamos juntos. Me somete con sus ojos, con su amor, con su cariño. Soy su esclava, soy la esclava de García.