martes, 24 de junio de 2014

Autopsia

El cuchillo se hundió fácilmente, la carne apenas oponía resistencia a su peso y a su filo.  La herida se abría tras su paso como una macabra y lúgubre sonrisa.

Parecía dormida, pesados descansaban sus amoratados párpados, su piel fría y nívea le recordaban que no había podido ayudarla.

La había conocido hace poco más de un mes cuando lo visitó en su consultorio. Le explicó que un mal de amores le había afectado el corazón, ya no sonaba con la misma fuerza, su ritmo era inconstante y puntadas agudas la despertaban por las noches.

El hizo todo lo que en su ciencia pudo : infusiones, cataplasmas, hasta intentó transfundirla. Todos los esfuerzos fracasaron.

Ahí estaba ella, con su carne desgarrada tal como lo había estado su alma. Con el peso de su cuerpo quebró el plexo, separó bruscamente sus costillas, con su mano desnuda agarró el músculo cardíaco y lo examinó atento en la luz  que tímidamente entraba por la ventana.
Era simplemente perfecto, sin cicatrices o marcas, un órgano sano. Lo
hizo girar en sus dedos analizándolo. 'Solo le falta latir'