martes, 11 de junio de 2013

Diálogos Insomnes

Se llamaba Ezequiel Sereno e irónicamente era la persona más atormentada que conocí. Era un camorrero de puños lentos y de lengua ágil y afilada. Éramos dos más en un infierno insomne.

Era simplemente brillante, y como todo genio que se precie vivía atormentado. Las voces, los gritos y mil rostros cargados de sufrimiento y pavor lo asechaban en sus sueños. Las cicatrices de sus brazos y sus muñecas eran los vestigios del dolor, pequeñas ventanas por donde él había intentado huir, sin ser estas suficientes.

- Marcame, Rosa.
- Nunca entendí porque me llamas Rosa, Ezequiel. 
- ¿Te molesta que te nombre así, azulada?
- No, me molesta el no entender.
- Sos mi Rosa Azul, como la de la leyenda, esa que hace que uno pierda la memoria, que se olvide de todo.
- ¡Eso es espantoso!
- Con vos me olvido de lo malo, por lo menos puedo dormir.
- Sos un amor.
- ¿Me marcas ahora?
- No entiendo de que hablas
- Todos los que conocemos dejan marcas, dejan una huella que cuando uno las ve entiende el porque de todo. Te conocí y quise tu marca, tu marca azul. Te busqué con palabras y te encontré con hechos.
- ...
- Ya me voy, lejos me voy, Rosa. Decime algo que marque mi partida, que me de fuerzas para llegar a donde quiero.
- Estas loco, Ezequiel, estas loco pero igual te quiero.
- ¿Ves? Sin proponertelo me volviste a marcar.


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