martes, 15 de octubre de 2013

Tonta yo.

Lo confieso Su Señoría, fui yo. Yo soy el autor, mía es la mano que lo mató. Pero sepa Usted, que también fui su víctima.

¿Cómo iba yo a saber que tantos saldrían heridos? ¿Cómo saber qué su poder de destrucción igualaba su poder de sanación? ¿Cómo, Señor Juez, iba yo a saber que las consecuencias serían tan graves? 

Pensé que era una buena causa, se lo juro, Excelencia. Pensé, en mi ignorancia, que estaríamos mejor sin Él. En una realidad tan violenta como la de hoy, no pensé, no imaginé... ¿Cómo iba yo a saber?

No fue culpa mía, Su Señoría. Aquel empezó. Aquel me dio la idea cuando me dejó. Me dijo "Adiós", ¿Puede creerlo, Señor Juez? . "Adiós" me dijo y cuando ya se estaba yendo, cuando la distancia era lo más pequeño, lo más simple entre nosotros, agregó "No te lo mereces, no sos, ni serás nunca, digna de Él", y ahí fue cuando se me ocurrió. 

Si yo no era digna de Él, ¿Por qué iba a serlo el resto? Somos todos distintos y a la vez tan iguales. Imperfectos, egoístas, rencorosos, débiles, somos tan humanos... Tenía que salvaguardarnos, a nosotros, a la raza. Él iba a aniquilarnos, causaba por donde se mire sufrimientos inigualables. Oh, Señor Juez, tenga conmigo la compasión que hoy se me reprocha no haber tenido con Él.

Lo maté, Señor Juez, y con Él maté lo que en mi plan perfecto pensaba yo salvar. ¡No pensé!

Tan platónico, tan ideal, tan poco palpable, tan volátil. ¿Cómo iba yo a saber que su ausencia iba a resultar tan dolorosa? ¿Cómo iba yo a saber que su falta nos condenaba como especie? Yo creía, Señor, que nos estaba salvando, que la biología y la naturaleza me lo agradecerían y colaborarían con mi causa. Un mal necesario, un remedio amargo... ¡No pensé!

Nunca pensé que tantos notarían su ausencia, que tantos sufrirían su falta, que tantos vivían por él. No pensé en los artistas, en los poetas, no pensé en los jóvenes, en los ancianos, en aquellos que prácticamente respiran , que depositan su esperanza en Él. 

Fue tan fácil matarlo. bastó una palabra, un "Adiós", bastó darle la espalda que todo se había acabado, pensé que sería una pelea más ardua, un rival más digno. Pensé que iba a doler más... o menos. Irónicamente sentí que me llenaba un vacío, lo mismo que sentimos todos cuando él nos falta. Indiferencia tal vez, un sopor, una eterna pausa. ¿Me entiende Usted? 

¡Sí! ¡Usted lo comprende! Lo veo en sus ojos, veo el dolor en su mirada cuando hablo de  su muerte. Ahí está, Señor Juez, lo veo en usted y en aquellos que me acusan. ¡Cómo sufren! ¡Hipocritas! ¡No supieron valorarlo cuando lo tuvieron y hoy... hoy lloran su pérdida!

Aunque... si sufren su ausencia es porque sigue aquí de alguna manera. ¡Eso es! ¿Cómo van a condenarme por la muerte de quien está acá ahora, presente en cada uno de Ustedes?

No pueden juzgarme por matarlo, buscar justicia por mi crimen es la prueba máxima de que no logré cometerlo. Hablar de Él lo revive, demuestra que no logré extinguirlo.

¡Tonta yo! ¡Soy una víctima, Señor Juez! Se lo juro, es Él el culpable de mi desgracia, de mi locura, es Él quien causó mis pasiones, mis dolores, es Él quien me engaño. Todo este tiempo sintiendo culpa y remordimiento, todos los reproches que sufrí, siempre fue el demostrandome que a su lado no soy nada, que en comparación con Él soy minúscula. ¿Cómo pensé que podría controlarlo? ¡Tonta yo! ¡Quise matarlo y solo logré demostrar que no pueden vivir sin Él! Tonta, tonta. Fue todo un ardid. ¡Él lo planeó!

Se lo dije, Señor Juez, solo soy una víctima. Tonta yo, ¿Cómo pensé que podría matar al amor? ¿Tonta yo?


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