miércoles, 18 de septiembre de 2013

Dicotomía del alma.

Hace unos días hice un pedido de ayuda para José, un chiquito con un problema cardiológico, mi sorpresa fue enorme cuando vi la respuesta y la difusión que le dieron al tema. Llamados, mails, gente acercando donaciones a distintos lugares, mensajes de apoyo y, lo que más me desconcertó, recibí felicitaciones.

Me felicitaron por hacer lo que está bien, lo que se debe hacer, lo que debería ser algo normal o lo más natural. Ayudar a otro, más siendo el necesitado un niño, es hoy por hoy, motivo de sorpresa. No voy a mentir, me llena de orgullo, pero al final de cuentas no estoy haciendo más de lo que me corresponde, lo que debe ser. Es como que me feliciten por ir a trabajar, por bañarme o por lavarme los dientes. 

¿A dónde hemos llegado como sociedad para que sea considerado algo extraordinario el ayudar a otro? El ser humano es un ser gregario por naturaleza, no puede vivir solo, no puede SOBREvivir solo, necesita de la comunidad, la sociedad para alcanzar la plenitud y su máximo desarrollo.

Pasa el tiempo y los valores que nos hicieron grandes, que nos hicieron pueblo, que nos formaron Nación se van derrumbando de a poco, se van muriendo, nos vamos aislando, vivimos como autómatas, plenamente conscientes de la realidad que nos rodea pero sintiéndola ajena, cerrando los ojos ante ella porque no nos toca de cerca, o porque pensamos que no la podemos cambiar.  He ahí nuestra máxima debilidad. 

Somos un pueblo solidario ante cualquier catástrofe, nos movemos y somos nosotros, los ciudadanos comunes, los que ante una tragedia respondemos ayudando, dando una mano. Suplimos, los civiles, al Estado. Llenamos sus vacíos y alcanzamos a esas personas a las que él  ignora o deja para relega. ¿Por qué entonces la sorpresa ante un caso de ayuda individual? 

Ojalá el dolor ajeno no nos siga siendo indiferente, ojalá el ayudar a otro se vuelva natural y no sorpresa, ojalá entendiésemos que mañana podemos ser nosotros los que necesitemos una mano, los que necesiten consuelo.Ojalá ser solidario se vuelva costumbre, una sana espontaneidad. Ojalá, no tengan el alma partida en dos, como yo ahora, que me inunda una amarga alegría al ver como llega la ayuda acompañada de tanta sorpresa. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario