miércoles, 18 de septiembre de 2013

Recuerdo Fundamental II

Recuerdo lo suave que se sentía su pelo entre mis dedos, como contrastaba con la áspera toalla que cubría su cuerpo; el olor al amoniaco de la orina y el aroma de la sangre, similar al óxido y a la sal, impregnaban el auto. La sentía deslizarse, viscosa entre mis mis manos, roja brillante para mis ojos. Lo único que se oía era el ruido de mi corazón acompasarse al ritmo del suyo.

Fue en ese bullicioso silencio, en esa tormenta muda, que fijó sus ojos en mí, fue ese instante en el que entendí todo. 

Me inundó una sensación de paz, una confianza serena; comprendí que él se estaba poniendo en mis manos, que el amor todo lo puede si todo lo cree. Aprendí, en ese momento, que ceder y rendirse al accionar ajeno, no siempre significa perder. Porque a veces, o muchas, es solo por nosotros que el otro quiere ganar.

"No te duermas" le dije y lo sacudí despacio. "¡Aguantá que ya llegamos! ¡Aguantá!" grité esta vez en la puerta de la guardia.

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