domingo, 30 de marzo de 2014

Pesadillas: Azucena

Todas las mañanas Memé salía a la galería a que el viento frío de la Patagonia la despabile, despues de cinco eternos minutos de autocompasión y alegando hipotermia se refugiaba en el calor de la cocina con un café humeante y de aroma picante.

Mientras bebía la infusión caliente miraba por la ventana el lugar del cual había huído y quince metros más allá Azucena, la ternera guacha, le devolvía la  mirada de manera furtiva y de refilón.

Con el cuerpo aclimatado y la cabeza despejada se acercaba Memé al alambrado a darle peras silvestres a la vaca. Esta estiraba su lengua negra y áspera para envolver la fruta, introducirla en su boca y aplastarla contra sus muelas. "Susy" como la apodaban, brindaba un espectáculo entre cómico y grotesco a quien quisiera verla comer.

Había sido un año cruel para el campo, la ceniza había matado ganado y plantas. La comida era escasa y el hambre una constante puntada en las tripas.

Nunca sospechó la mujer, jamás lo pensó. ¿A quién se le habría ocurrido?

Era una mañana de Marzo como cualquier otra cuando al acercarse al alambrado Memé notó que no había fruta para darle al animal por lo que entró al corral para ver si en los árboles del fondo quedaba algo para darle.

Sintió primero un topetazo suave seguido de un lengüetazo amable en su mano, como el de una mascota. Le habló con suavidad para apaciguar la ansiedad de la bestia pero sorpesivamente recibió en respuesta otra embestida, y otra, y otra. Se asustó e intentó huir de la furia de la vaca, trató de llegar a la tranquera pero no lo logró.

Un golpe certero en la cadera la dejó en el piso, asustada, pensando en huesos rotos, férulas y conmociones cerebrales. Cerró los ojos esperando el inminente dolor pero en su lugar sintió la babosa lengua del animal. Conmocionada y sin entender lo que pasaba abrió los ojos. Un gesto que lamentó acto seguido cuando vio la gran boca abierta de Azucena cerrarse en su cara, fue ahí cuando entendió lo que pasaba.

Transcurrieron muchos días antes de que alguien notara la ausencia de Memé, la vida en la estancia suele ser algo desolada.

Se organizaron cuadrillas de búsqueda y rastreo pero la nada misma encontraban. Al cabo de unos meses, cuando la misión ya menguaba, un peón descubrió semienrerrado en el corral un fémur humano.

Parecía que al hueso lo hubiesen masticado. Después de un gran debate médicos, policias y judiciales "Muerte accidental y cosa de animales", en el expediente asentaron

Más a la verdad nunca se acercaron: La naturaleza evoluciona de manera implacable, el hambre es una urgencia y la vaca resultó canibal.

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