domingo, 30 de marzo de 2014

víctima vs victimario

Todos hemos sido alguna vez victimas y victimarios. Hemos herido y nos han herido infinitas veces. Asumimos un rol u otro con una facilidad asombrosa, muchas veces sin darnos cuenta de la mutación.

Lo que me asombra de este fenómeno es la facilidad de algunas personas para identificarse con un rol, para encarnarlo e incluso para disfrutarlo.

Cualquiera diría que entre asumir el papel del agresor y el agredido uno opta obviamente por el primero, por aquel donde se inflige el dolor más no se lo siente.Grande fue mi sorpresa al mirar, al observar cuanto más fácil es ser la víctima.

La víctima se ve a si misma como alguien siempre inocente, alguien a quien las circunstancias siempre le fueron adversas y no había nada que pudiese hacer contra ello. Su destino, el fracaso, estaba escrito desde antes.

La víctima suele tener una falta de amor propio pero compensado por un exceso de lástima por uno mismo y excusas que brotan de sus labios como flores en primavera. Siempre hay una falencia personal que justifica las cosas, se suplen los errores con una excusas y con palabras cargadas de arrepentimiento y buenas intenciones.

He llegado a la conclusión que ser víctima es por sobre todas las cosas un papel cómodo y fácil de representar: todos están en su contra, nada le sale bien aunque lo intento, soy bueno y a pesar de eso todos me tratan mal.

¿Por qué es cómodo? Porque no requiere esfuerzo, no busca jamás la autosuperación, el perfeccionamiento o el crecimiento personal. Solo busca mantener el estado inicial.

¿Por qué es fácil? Porque jamás algo es culpa suya, todo es siempre responsabilidad de un tercero, nunca va a tener que hacerse cargo de las consecuencias. Jamás se hace cargo de sus errores o toma las riendas de su propia vida de forma consciente - elegir no hacer también es una forma de hacer- pero, según mi modo de ver, esta falta de madurez para asumir las responsabilidades implica también una renuncia a los méritos propios.

Uno no puede renunciar a lo malo y aceptar los méritos solo por lo bueno por ende, la víctima elige renunciar a ambas cosas por una cuestión de confort.

Finalmente la víctima se vuelve una persona amargada, incapaz de disfrutar de las cosas buenas de la vida - no las merece-, insatisfecha y llena de rencor hacia uno mismo y el mundo.

Concluyo entonces con una idea simple: no hay peor victimario que uno mismo, no agresión más terrible que ahogarse en un vaso de agua y no hay mentalidad más agresiva que la que busca el confort de forma infantil.

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