El cordero se hace al asador, sin sal. Con salmuera, preparada en una botella de vidrio lavada, donde se mezclan todos los condimentos, y con un corcho bailando en el pico.
Siempre al asador, nunca a la parrilla, al aire libre y con viento del este.
En una picada de tierra, entre mil maitenes, justito ahí al lado del arroyo; después de una mañana de trabajo a caballo con las manos sucias y el pelo enmarañado.
Se corta la paleta del cordero, nunca capón, y se la pone en un pedazo de paleta. Se sienta uno en una piedra, tronco o en el pasto.
Los huesos, si los hay, se le dan al perro.
Se baja el cordero con un tinto en bota, directo a la garganta para bajar la grasa.
El cuchillo se limpia en el pasto y vuelve a su funda en la faja.
De nada.
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