miércoles, 20 de marzo de 2013

La triada

Insatisfacción,  frustración e infelicidad van de la mano.

La incapacidad de quererse a uno mismo,  el carecer de amor propio lo vuelve a uno un ser insatisfecho y amargado. No quererse a uno mismo es mucho mas grave que quererse en demasía.

Fijarse metas imposibles, diferenciándolas de metas altas, te vuelve una persona frustrada.  Fijarse metas cada vez altas, que impliquen la superación personal me parece admirable. Fijarse metas imposibles y sufrir 
por no alcanzarlas me parece de pelotudo. 

La mayor fuente de infelicidad somos nosotros mismos a través de los otros. Que la felicidad propia dependa del proceder ajeno es la forma mas certera de condenarse a la infelicidad.

Los ideales se persiguen con distancia, con precaución, son para emular y son inalcanzables, como la perfección, son solo modelos, no deberían ser fuente de frustración o infelicidad.

Las metas se fijan para uno y en uno,  no en otros. Cada uno es responsable de sus limitaciones y errores y esa es su cruz. Fijarlas para otro que no las comparte es de infeliz, carente de amor propio que no las fija para si porque sabe que no las puede lograr o porque no se tiene confianza suficiente.

La triada confluye ahí: en la persona que no se quiere y no se tiene confianza por lo tanto busca su felicidad fijando ideales, metas imposibles para los demás.

Yo no tengo porque cargar tus sueños truncos, ser culpable de tus planes frustrados, de no haber alcanzado tus ideales fijados.

Yo no soy la responsable de tu infelicidad y tus frustraciones.  Sos vos.  Soy humana con errores y aciertos,  no una inversión o segundas chances.

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