miércoles, 13 de marzo de 2013

El viento.

Me ví envuelta en una misteriosa danza de panaderos. 
Volaban cientos con un ritmo extraño,  pacífico, enérgico.

Ahí estaba yo,  justo en medio, una intrusa en tan ritual.
 Como si notasen mi presencia me invitaron a su baile girando a mi alrededor.

Estiré mis brazos, abrí mis manos para ver si alguno se decidía dormir en ellas.
 Los sentía rozar mi cara, mi pelo y escurrirse entre mis dedos.
 "Estoy haciendo trampa" pensé mientras abría mis ojos, espiando, como si fuese a ver algo prohibido para mí.

El baile seguía al ritmo del viento y con la luz del sol se volvía aún más mágico.
 Intangible.

Cerré mis ojos y me dediqué a oír la canción del viento.
 Ese mismo viento que durante cientos de años, usando los mismos álamos, le habló a tantos otros antes que a mí.

Porque al final siempre es el viento, el primero y el último, es el que todo lo sabe.
 El que aúlla verdades y susurra consejos.
 Es el que siempre te dice "Llegaste a casa"

                                                             -Cementerio de Panaderos-

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